jueves, 16 de octubre de 2008

LA BATALLA DE CURUPAYTY


A 142 AÑOS DE UNA GRAN VICTORIA EN KURUPA’YTY
1. Prolegómenos de una “guerra sucia” (parte I)

Mediante astutas negociaciones, don Carlos Antonio López dilató todo lo que pudo la eventualidad de una guerra internacional contra sus vecinos. Sabía -en su intimidad- que la misma era inexorable por las desmesuradas y antiguas apetencias de aquellos, pero esforzadamente ganó tiempo con miras a instituirse, porque el Paraguay carecía de un ejército formal y organizado. Para ello, confió en su hijo Francisco Solano, quien llevó adelante la misión encomendada con seriedad, dedicación y empeño, aunque con escasa “academia militar”. Sin embargo, don Carlos en su lecho de muerte advirtió a su primogénito que las diferencias debían ser salvadas “con la pluma y no con la espada”.
Se iniciaba la marcha al Mato Grosso. Esta en una imagen recreada por Walter Bonifaci.
La coyuntura regional no permitió aplicar ese criterio, lo que desencadenó en la más feroz guerra de la historia sudamericana. Para conmemorar la inigualable gesta de Kurupa’yty (22-IX-1866), evocamos los prolegómenos de aquella gran batalla referidos al año 1864 que condensamos a continuación.
El 26 de enero de 1864, como consecuencia de las históricas ambiciones porteñas sobre la República Guarani, el enfrentamiento epistolar y las indiferencias por cada acto se radicalizaron entre la Argentina y el Paraguay. López inicia los aprestos militares expidiendo una orden de “conscripción general”, organizó personalmente el famoso “Campamento Cerro León” cerca de Piraju, al pie de la cordillera de Azcurra. Todo el país se iba militarizando con el objetivo de “hacerse oír” en los sucesos del Río de la Plata, pues los rioplatenses solo miraban al Paraguay para la reconstrucción del antiguo Virreinato del Río de la Plata con el viejo espíritu anexionista y de dominación.
El 10 de febrero de 1864, rápidamente todo el Paraguay se transformó en un gran campamento. Los hombres reclutados aparecían de todos lados. López personalmente dirigió los trabajos de disposición e instrucción de la tropa. Diez días después puso al frente del campamento al recientemente ascendido brigadier Wenceslao Robles. El vapor de guerra “Paraguari” llegó al puerto de Montevideo el día 27 y es parte de un incidente diplomático tras cobijar en su interior a 3 orientales desterrados. Más tarde Uruguay pediría disculpas.
El 15 de marzo de 1864, ante la situación planteada y sin más preámbulo, el presidente Francisco Solano envía oficialmente al vicepresidente Francisco Sánchez a Europa (París - Londres) para adquirir armamentos y mandar construir acorazados modernos para la flota paraguaya. Mientras tanto, en Uruguay la situación política era insostenible ya que el presidente constitucional Bernardo Berros concluía su mandato presidencial y tenía una guerra civil en ciernes, entre blancos (gobierno) y colorados al mando de Flores.
El 5 de abril de 1864, se “denuncia” en el Parlamento imperial que ya no se pueden tolerar los dantescos horrores sufridos por los residentes brasileños en el Uruguay desde 1852 en una variedad de tropelías sufridas por los súbditos imperiales durante los disturbios políticos de aquel país. Las dos cámaras se pronunciaron unánimemente a favor de la intervención. Consecuentemente, el gobierno imperial presentó una demanda perentoria de “restitución, reparación y garantías” a ejecutarse en la más rigurosa brevedad.
El 1° de mayo de 1864, el gobierno uruguayo a través de su ministro de RR.EE. Juan José de Herrera pone en conocimiento a López de los peligros que corre la independencia uruguaya y que ya no se trata solamente de la Argentina, sino también del Brasil, y que juntos podrían organizar una intervención armada en la República Oriental, incluso para ir luego en contra del Paraguay.
El 13 de junio de 1864, el embajador oriental en Asunción, José Vázquez Sagastume, por iniciativa propia, solicita al gobierno imperial del Brasil la actuación del presidente paraguayo Francisco Solano López como mediador en el “conflicto interno” suscitado. López acepta encantado la idea, pero los dos países lo rechazan ex profeso. Se consuma pues, la traición uruguaya. Los mediadores paralelos: Rufino de Elizalde (Ministro de RR.EE. de Argentina), José Antonio Saraiva (Ministro de RR.EE. del Brasil) y Edward Thornton (Ministro Británico en Buenos Aires), un atizador ejemplar, entran con ímpetu en la labor mediadora. En esos “encuentros conciliatorios” y sobre todo en Puntas del Rosario, “en secreto”, fueron gestando la Triple Alianza contra el Paraguay.
El 14 de julio de 1864, la República Oriental del Uruguay envía a un comisionado especial a Asunción, Antonio de las Carreras (Jefe de los Blancos), para recomponer sus relaciones con el Paraguay después del desaire que le ocasionara por el rechazo de la mediación de López y por los acuerdos logrados con los otros negociadores en Puntas del Rosario. Al final, el Uruguay aprobaba “todo lo actuado” por su ministro en Asunción José Vásquez Sagatume, pero hipócritamente se movía a varias aguas.
El 24 de agosto de 1864, intentando evitar ser oprimida su independencia por una potencia imperial anexionista, el Uruguay solicita la intervención del Paraguay ante el ultimátum brasileño del 4. La celada conspiraticia estaba en marcha y el 30, López dirige al Brasil un contraultimátum: El Paraguay no puede mirar con indiferencia ni menos consentir, que en ejecución del ultimátum, las fuerzas brasileñas, navales o terrestres, ocupen parte del territorio del República Oriental del Uruguay.
El 3 de septiembre de 1864, se produce el primer incidente serio entre Uruguay y el Imperio del Brasil. El vapor oriental “Villa del Salto” fue atacado e incendiado por un buque imperial. El gobierno uruguayo expulsa de Montevideo a los diplomáticos brasileros y declara rotas las relaciones. Paraguay volvió a protestar al imperio anunciando la guerra si el Brasil no cedía a sus pretensiones, pero el Imperio desoía con meras retóricas y artificios todos los clamores guaraníes.
El 12 de octubre de 1864, el Brasil invade al Uruguay e inicia el operativo en la Villa Melo para luego tomar progresivamente otras ciudades orientales. En la brevedad, el Partido Blanco sería forzado a dimitir para entregar el poder a Venancio Flores, el “indicado” por sus amigos de la Triple Alianza. Las elucubraciones ya estaban en marcha y solo se ejecutaban los pactos paso a paso. El 29 Francisco Solano pasa revista a las tropas en Asunción en la plaza “14 de Mayo” y despacha un importante contingente a Humaitá.
Presidente de la República y comandante en Jefe, Mcal. Francisco Solano López.
El 12 de noviembre de 1864, producida la invasión brasileña al Uruguay, Francisco Solano ordena la detención y retención del buque brasileño “Marqués de Olinda” que surcaba el río Paraguay con destino a Mato Grosso y comunica al Brasil a través de la cancillería nacional el siguiente oficio: quedan rotas las relaciones entre este gobierno y el de S.M., el Emperador. El 14, fueron “expulsados” de Asunción el embajador César Sauvan Vianna de Lima y todo el personal diplomático.
El 24 de diciembre de 1864, se inició por agua y por tierra “La Campaña del Mato Grosso” integrada por 5.700 hombres en total, siendo encabezados por el coronel Vicente Barrios, el teniente coronel Francisco González y el capitán Pedro Ignacio Meza con 5 vapores y 3 goletas. El coronel Isidoro Resquín y los capitanes Blas Rojas y Juan Bautista Agüero, con la infantería y la caballería abrieron una segunda columna, el capitán Martín Urbieta y los tenientes Manuel Martínez y Narciso Ríos en una tercera columna enfilaron hacia el este. Comenzó la guerra en su faz militar y 4 días después de iniciarse el operativo, se tomó el Fuerte Coimbra. Luego sucesivamente fueron cayendo Corumbá, Albuquerque, Dourados, Noiac, Miranda, Coxim, dejando sin efecto Cuiaba al informarse los paraguayos que el mismo fue abandonado por sus habitantes. La campaña fue fulminante y exitosa. En menos de 15 días, el Paraguay recuperaba todas sus tierras ocupadas clandestinamente por el Brasil a lo largo de toda la historia colonial. Al concluir la hecatombe guarani, el imperio lo anexaría dolosamente sin más miramientos. En esta campaña fallecieron algunos jefes paraguayos como los tenientes Andrés Herreros y Gregorio Benítez, los alférez Manuel Brítez y Pedro Garay, los subtenientes Juan Tomás Rivas y Manuel López, el sargento Laureano Sanabria, el soldado Pedro Castellano y una centena más de ellos.

2. La cruel realidad de la “guerra sucia” (parte II)

Francisco Solano se vio compelido, por las intentonas anexionistas de los vecinos, a tomar la iniciativa bélica para garantizar su soberanía. Primeramente penetró en el Mato Grosso, territorio históricamente paraguayo ocupado sigilosamente por el Brasil durante décadas, para luego acudir a la solicitud de auxilio del hermano pueblo uruguayo, que estaba siendo invadido y ocupado por el imperio brasileño. López presagiaba que también podría ocurrir posteriormente con el Paraguay, objetivo apetecido y centenariamente codiciado tanto por el Brasil como por la Argentina.

Imponente descripción del “sitio de Uruguayana”, donde el ejército paraguayo fue rodeado en agosto de 1865 hasta su capitulación el 18-IX-65, sin haber disparado “un solo tiro” (óleo de Cándido López). Al enterarse el Mariscal de lo acontecido con su ejército, “derramó copiosas lágrimas”.
El desarrollo de aquellos acontecimientos de 1865 sintetizamos en este segundo capítulo.
El 14 de enero de l865, el ministro de RR.EE., José Berges, se dirige a la Argentina solicitando permiso para que el ejército paraguayo pudiera transitar por cierta parte del “territorio argentino” para ir al auxilio de Uruguay. La idea en un principio fue apoyada por el líder entrerriano Justo José Urquiza, pero luego defeccionó y traicionó a la causa paraguaya. Mediante la artera ley de la “indiferencia” (que solo resultó de estratégica importancia para sus intereses personales), se alió con pasividad a la espuria alianza. Está por demás recordar que Argentina denegó el permiso requerido, produciéndose los resquemores necesarios como para encender la mecha bélica.
El 23 de febrero de 1865 la ciudad de Montevideo caía en poder del jefe de una facción de facinerosos orientales, el general Venancio Flores, que de la mano de Río de Janeiro y Buenos Aires se apropiaba del poder en el Uruguay. Se consumaba el “servicio irrestricto” uruguayo al ejército imperial brasileño invasor y al “nuevo” ejército porteño/federal colaboracionista con los imperiales. Era la consumación de la “trilogía de vándalos” (como lo calificara el crítico e historiador argentino Dr. Juan Bautista Alberdi) que ejecutaba a la perfección el plan urdido con la firma de un Tratado Secreto de Triple Alianza, para exterminar y repartirse el Paraguay.
El 5 de marzo de 1865, en Asunción, era convocado con urgencia un Congreso Nacional Extraordinario dictaminando las siguientes disposiciones: a) Se confirió a Francisco Solano el grado de Mariscal y se le pidió que se abstuviera de ponerse al frente de su tropa, en resguardo de su vida. Se le aumentó el sueldo a 60.000 pesos anuales. Fue autorizado el Gobierno a concertar un empréstito externo de 25.000.000 de pesos fuertes para la defensa nacional. Se amplió el número de brigadieres generales. Se creó la condecoración “Orden Nacional al Mérito”, adoptando como modelo el decreto del emperador francés Napoleón Bonaparte que instituyó la “Legión de Honor”; b) Por unanimidad y aclamación, se promulgó la ley que estipulaba la aprobación de la conducta del Poder Ejecutivo frente al provocativo Brasil “que con sus desplantes amenazaba el equilibrio del Río de la Plata” y se declaró la guerra “al actual gobierno argentino”, por lo que el presidente, general Bartolomé Mitre, en una proclama cargada de maquinaciones y soberbia, ante la muchedumbre arengó: En 24 horas en los cuarteles, en 3 semanas en la frontera y en 3 meses en Asunción.
El 14 de abril de 1865, en un Viernes Santo, el general Wenceslao Robles, al frente de un ejército que totalizaba 25.000 hombres, invade la Provincia de Corrientes sin combate, siendo amistosamente recibido en la ciudad. Una convocatoria popular constituyó una Junta Gubernativa “Pro Paraguay” que gobernó la provincia aliándose a la república guaraní. Aquí, en forma especial, debemos recordar que el 3 salió de Humaitá para Buenos Aires la “declaración de guerra” paraguaya que aviesa y deliberadamente el general Mitre lo ocultó, sin darlo a conocer a la opinión pública, a fin de incriminar al Paraguay como “agresor e invasor sin declaración de guerra”. Entre tanto, en el mismo día de la ocupación de Corrientes, caía asesinado el presidente norteamericano Abraham Lincoln.
¡Un héroe! Capitán de fragata Pedro Ignacio Meza, comandante naval paraguayo. Llegó a Humaita mal herido, falleciendo días después.
El 1 de mayo de 1865 se firmaba en Buenos Aires el fatídico Tratado Secreto de la Triple Alianza en contra del Paraguay, cuyo contenido, por una indiscreción de ciertas “autoridades”, llegó hasta el Parlamento británico, que sin titubeos lo dio a publicidad. El mundo reaccionaba en contra del “monumental atropello” y se solidarizaba, pero nadie asistió al Paraguay por semejante atropello. Todos se pasaron contemplando –como inadvertidos– desde los más diversos ángulos el cataclismo y la inmolación guaraní. El 5 se inicia la expedición al Uruguay al mando del Tte. Cnel. Antonio de la Cruz Estigarribia y del mayor Pedro Duarte.
El 9 de junio de 1865 el mariscal Francisco Solano López se aleja de Asunción para nunca más volver. Se instala en su cuartel general de Humaita y deja la capital al mando de su vicepresidente, Francisco Sánchez. Para poseer dominio del río, de vital importancia para la guerra, López concibe un plan temerario con el propósito de definir la guerra como un relámpago. En el mismo día en que las fuerzas terrestres tomaban San Borja, el 11, se intenta sorprender a la escuadra brasileña apostada en la desembocadura del Riachuelo. La flota paraguaya, al mando del capitán Pedro Ignacio Meza, era consciente de su inferioridad, por lo que fue necesario asestar un golpe de mano mediante la sorpresa y la audacia aplicadas en un imperceptible amanecer. Una avería en el “Yvera” cerca del objetivo echó por tierra el plan, produciéndose la lucha cerca del mediodía. Meza fue herido de muerte y traspasó el mando al Cptán. Remigio Cabral, que iba al mando del “Takuary”. De los 14 “buques nacionales” solo 4 quedaron en pie, con serias averías que maltrechas se dirigieron a Humaita. El objetivo estuvo cargado de infortunio, fue una derrota catastrófica y la definitiva pérdida del “dominio del río”. El 26 se logra una victoria en Mbutuy, donde 400 hombres al mando del Cptán. José del Rosario López enfrentó a 3.500 brasileños, siendo estos rechazados, con grandes bajas en sus filas.
El 4 de julio de 1865 el “amigo” de Paraguay, general Justo José de Urquiza, fracasa en el reclutamiento de su tropa para alistarse a la lucha. Miles de hombres abandonaron a su indiscutido jefe de “Caseros, Cepeda y Pavón” renuentes a combatir junto a los porteños contra los paraguayos. Ellos querían pelear contra porteños y brasileños. El 18 los guaraníes protagonizan una difícil operación cruzando los ríos Ypeju, Toropaso y el arroyo Ymbaha, con rumbo a Uruguayana y Paso de los Libres. El 21 combaten 600 paraguayos al mando del mayor Pedro Duarte y el teniente José Zorrilla contra 800 correntinos aliancistas que se desbandaron por completo.
El 11-VI-1865, en la desembocadura de un riacho sobre el río Paraná, se produjo la batalla naval más importante de la guerra. A esta contienda se la rotuló “La batalla del Riachuelo”, donde la escuadra paraguaya fue rebasada por la imperial, estableciéndose el “dominio de los ríos” a favor de los aliados (óleo de Eduardo de Martino).
El 2 de agosto de 1865 el mayor Duarte ya se encontraba en Paso de los Libres, al otro lado del río Uruguay. El 5 la otra columna, al mando de Estigarribia, se apoderó sin resistencia de Uruguayana. El 17 se produce una catastrófica derrota en Jata’i. 2.900 hombres sin un solo cañón se enfrentaron a 10.680 aliados con 32 piezas de artillería. Murieron 2.000 paraguayos. El 18 comenzó el sitio a Uruguayana, con 20.000 hombres de la alianza, que duraría 30 días ininterrumpidos.
El 8 de septiembre de 1865 fueron comisionados por la alianza, para gestionar ante Estigarribia la rendición sin condiciones, dos figuras claves de la “Legión Paraguaya”: Juan Francisco Decoud y Fernando Iturburu, quienes influyeron y persuadieron al jefe paraguayo a defeccionar. Después de 10 días de tribulaciones, el 19, Antonio de la Cruz Estigarribia, 58 oficiales y 8.000 soldados, sin haber disparado un solo tiro, capitularon a las 4 p.m. Las humillaciones fueron innumerables, siendo la mayoría de los prisioneros vendidos como esclavos y otros obligados a pelear contra su propia patria integrando las tropas aliadas o legionarias. Algunos actuaron de baqueanos (guía) al servicio de la alianza.
El 3 de octubre de 1865 López ordena abandonar territorio argentino. El saldo no era nada halagüeño. Lo más granado del ejército paraguayo quedó aniquilado con los desastres de Riachuelo, Uruguayana y Jata’i. El general Resquín (el nuevo jefe en reemplazo de Robles, quien fue destituido) repasa todo el Paraná y logra reagrupar 19.000 hombres, de los cuales 5.000 estaban enfermos. Además, unos 5.500 habían perecido en toda “La Campaña de Corrientes”, que sumados a los rendidos por Estigarribia orillaban una pérdida de 21.000 guerreros, demasiado para un pequeño ejército que recién empezaba su lucha de características homéricas, como aquella librada por “David contra Goliat”.
El 12 de noviembre de 1865 los aliados se concentran en el río Batel y preparan la invasión del territorio paraguayo. Más de 35.000 hombres se alistaban para el desembarco. El 25 López se traslada de Humaita a Paso de Patria, donde pudo reorganizar un ejército con 30.000 hombres. Se establece el principio de la “guerra defensiva” en el cuadrilátero donde la naturaleza se mostraba pródiga para elaborar una férrea defensa. Se ordenaron el refuerzo y las construcciones de nuevas fortificaciones en Humaita, Kurusu y Kurupa’yty.
El 8 de diciembre de 1865 el general Bruguez se establece en Itapiru con su artillería para apoyar las fugaces incursiones de pelotones y compañías paraguayas al otro lado del río. Entusiasmados por el éxito de las misiones furtivas sobre las líneas aliadas y con irrisorias bajas en las propias, López ordena continuar con los operativos en canoas, piraguas o simplemente con troncos o a nado para desgastar a las tropas enemigas y capturar armamentos e informaciones. El 25 arriban los aliados a Corrales para disponerse a la invasión del Paraguay, entre ellos los generales Bartolomé Mitre y Luiz Manoel Ozorio.
3. Atrincherados contra la “guerra sucia” (parte III)
Después de la debacle en la “Campaña de Corrientes” se producía la completa evacuación del ejército paraguayo. Así comenzaba la etapa más difícil de la confrontación. Las esporádicas incursiones al otro lado del río eran cada vez más difíciles por el dominio acuático que ejercían los imperiales, por lo que López planificó librar la guerra en el cuadrilátero (confluencia de los ríos Paraná y Paraguay) y preparar allí un “verdadero infierno bélico” para el enemigo.

Espléndidas y sucesivas victorias motivarían a los jefes y a la tropa para afrontar con estoicismo la abismal diferencia armamentista y de abastecimiento que existió entre los dos ejércitos. Las cartas estaban echadas y habría que afrontarlas hasta “la última gota”.
Inmediatamente después de ser sometidos a juicio por una “corte marcial”, fueron fusilados el 6 de enero de 1866, por un pelotón en Paso de Patria, todos los comandantes paraguayos que se entregaron sin pelear y aquellos que fracasaron por negligencia militar en la campaña de Corrientes. Entre ellos podemos citar al mismo general Wenceslao Robles, mayor José de la Cruz Martínez, capitán Juan Francisco Valiente, alférez Manuel Gaona y varios soldados. Era el régimen implacable de la guerra que regiría durante toda la contienda, basamentada sobre los dos principios básicos de la doctrina lopezista: “Dios, Patria y Libertad” y luchar sin claudicar hasta “Vencer o Morir”.

VICTORIA EN CORRALES (PEGUAHO)

Las estratagemas ligeras seguían produciéndose en territorio reclamado por la Argentina para anexarlo (margen izquierda) del río Paraná, afluente totalmente dominado por la “escuadra brasileña” que se paseaba por todo el río. Allí se generaban las “fricciones acuáticas” más inverosímiles. Después de la destrucción de la flota guaraní en la batalla de Riachuelo, solo con audacia militar era posible enfrentar al poderoso enemigo dueño absoluto de los ríos. Sin embargo, los “marinos paraguayos” al mando del teniente José María Fariña mantenían en vilo a las fuerzas navales imperiales con originales tácticas, insólitos inventos armamentísticos y con gran caudal de arrojo por parte de los “soldados guaraníes”. La omnipotencia imperial generaba la “pasividad” naval brasileña. Esto fue aprovechado por la tropa de Francisco Solano López y el 31 de enero de 1866 un desembarco sorpresivo del ejército paraguayo, compuesto de 1.000 hombres al mando del todavía coronel José Eduvigis Díaz y los tenientes Celestino Prieto y Saturnino Viveros, promovió una profunda incursión paraguaya logrando una importante victoria en Corrales a expensas del ejército argentino comandado por el temperamental coronel Emilio Conesa, que se dispersó por completo, declinando del combate a muerte con espada y bayoneta calada. Esta situación colmó la paciencia porteña, por lo que la prensa argentina criticó y protestó airadamente ante el comandante imperial que se encontraba en Buenos Aires, el inefable almirante Joaquím Marques Lisboa “Tamandare”, por la indiferencia de su flota, que de actuar otro hubiera sido el resultado del combate. Los medios informativos porteños, que años atrás propugnaron una alianza con el Brasil, ahora señalaban con enojo que la ausencia de los brasileños en las operaciones bastaba para dejar sin efecto la alianza.

ESTERO BELLACO Y TUJUTY (I)

La “Batalla de Potrero Sauce”, que duró tres días y culminó con una resonante victoria paraguaya. Aquí peleó y murió, el 18-VII-1866, el capitán Rómulo José Yegros, hijo del brigadier y héroe de la independencia Fulgencio Yegros (grabado publicado en París por “L’Illustration Journal Universel”).
El nuevo plan de guerra de Francisco Solano López consistió en atraer a los aliados a territorio dominado por los paraguayos, donde la topografía y el pleno conocimiento del terreno se presentaban favorables a los propósitos bélicos del ejército nacional. Ante el estratégico “abandono” del fuerte de Itapiru del 16 de abril 1866, “invitando” a los aliados a cruzar el río libremente, se producía el desembarco al mando de Luiz Manoel Ozorio para acampar en el sur de Estero Bellaco. Ahí se producía la gran sorpresa. Los aliados fueron atacados el 2 de mayo de 1866 por una facción de paraguayos compuesta por 3.800 hombres al mando de José Eduvigis Díaz, secundado por los coroneles Francisco Fidel Valiente y Basilio Benítez, obteniendo inicialmente un resonante éxito. Con grandes bajas, los paraguayos se apoderaron de la artillería y banderas enemigas, incluso el general uruguayo Venancio Flores estuvo a punto de caer prisionero, lo que hubiera significado una clamorosa conquista. Cuantiosas bajas se ocasionaron a los aliados, estableciéndose los mismos al norte de Tujuty con miras a evitar una nueva sorpresa. Era precisamente lo que Francisco Solano López pretendía para rematarlos con una gran tenaza de fuego y liquidar al ejército enemigo.

UNA BATALLA DE GIGANTES

Sin embargo, la excepcional idea del comando militar paraguayo no contaría con el error de uno de sus principales jefes. El 24 de mayo de 1866 llegaría la batalla más grande del continente hasta hoy día. Una tropa de 22.000 hombres, dispuesta en 4 columnas, debía atacar con asombro y en forma simultánea a los aliados, pero el general Vicente Barrios, sindicado por el mariscal López para dar la orden de ataque con una señal a primera hora de la mañana (un cohete), inexplicablemente se retrasaba desapareciendo de esa forma el factor sorpresa concebido de antemano. Entonces, muy contrariado, el general José María Bruguez, a las 12 y 15 del mediodía, lanzó la señal con un cañonazo para iniciar el ataque general. Los aliados, ya apercibidos, evitaron la sorpresa. Preparados con 52.000 hombres sólidamente atrincherados, esperaron el ataque. Alucinados por la metralla, los paraguayos asaltaron con bríos las posiciones. El general Francisco Isidoro Resquín circunvaló por el ala izquierda del enemigo, el teniente coronel Hilario Marcó, con la infantería y dos regimientos de caballería, embistió por el centro, mientras el lado derecho fue confiado al impertérrito general José Eduvigis Díaz. El ataque combinado con infantes y artilleros a la reserva y cuartel general del enemigo por un largo desfiladero en el espeso bosque para caerles por la retaguardia fue llevado a cabo por el general Vicente Barrios, la columna del capitán Remigio Cabral se encargó especialmente de las trincheras de los invasores y el mayor Antonio Olavarrieta, con el R.I. 19, avanzó con la misión de destruir a dos batallones completos, logrando su objetivo. Las primeras trincheras fueron íntegramente tomadas por los paraguayos, pero la poderosa artillería aliada, con 120 cañones de diferentes calibres, defendió las posiciones centrales con éxito. Nada pudo hacer la heroica bravura de los paraguayos que morían abrazados a los cañones. Cinco horas y media duró el encarnizado combate, la mayor y sangrienta batalla campal librada hasta entonces en Sudamérica. Los paraguayos se retiraron con banderas enemigas, armamentos y prisioneros, dejando 6.000 muertos y 7.000 heridos, mientras los aliados resignaron 5.000 muertos y 4.000 heridos, con sus cuadros totalmente desorganizados. Fue una batalla de desgaste, prácticamente sin victoria para ambos bandos, siendo al final más perjudicial para el Paraguay, por lo reducido de su tropa, la obsolescencia de sus armamentos y la nula ayuda externa. El ejército paraguayo quedó muy disminuido, lo que pesaría durante toda la contienda debido a la superioridad numérica del enemigo.
La “Batalla de Tujuty”, 24-V-1866. Más de 70.000 beligerantes la libraron. Más de 20.000 muertos en combate, siendo conceptuada por los analistas como la contienda más grande de América (óleo de Cándido López).

SANGRIENTAS BATALLAS EN POTRERO SAUCE (BOQUERÓN)

Después de las terribles bajas, Francisco Solano López observó que la iniciativa ofensiva era más bien perjudicial para su ejército. Atacar no le redituaba beneficios determinantes. Las victorias eran pírricas, no definían el curso de la guerra y desgastaban el escaso medio con que contaba la milicia paraguaya. En consecuencia, López resolvió desde ese momento administrar sus fuerzas con avaricia, volviéndose más conservador, con miras a tentar algún contraataque fulminante que permita al Paraguay un verdadero “éxito de guerra”. Eligió a la fortaleza de Humaita como el eje de su sistema de defensa. Instaló su cuartel general en Paso Puku para desarrollar la maraña que contenga y destruya al enemigo. El río Paraguay fue fortificado en Kurusu y en Kurupa’yty y una vasta red de atrincheramiento defendió todos los pasos de los esteros accesibles a Humaita, además el moderno telégrafo unía a todos los sectores con el cuartel general. López estaba comunicado y con conocimiento de causa de cada acción y decisión. Así reorganizó su ejército después de la casi inmolación de Tuyuti, mandó fortificar convenientemente la Punta Ñaro de los bosques de Sauce y “esperó” a los aliados para la lucha. La construcción de las trincheras se ejecutaba durante la noche, al amanecer los aliados se dieron cuenta de la peligrosa obra e inmediatamente resolvieron desalojar a los paraguayos de sus posiciones. El 16 de julio de 1866, por primera vez sin la protección de su “escuadra naval”, las fuerzas coaligadas iniciaron la ofensiva y los fieros combates por las posiciones de las trincheras. Un cronista argentino del frente relataba: los paraguayos defendían las trincheras llenos de coraje, a bayonetazos, con piedras y balas que lanzaban con las manos, con paladas de arena que arrojaban al aire para cegar al asaltante, culatazos y botes de lanza. Varias veces los paraguayos –al mando de Díaz– retomaron sus trincheras, siendo desalojados nuevamente por el enemigo, para enseguida volver al ataque. En uno de esos contraataques, el coronel Elizardo Aquino, en una carga descabellada a campo abierto pero demostrando intrepidez y valor, fue herido de muerte. Antes de su muerte fue ascendido a general. El 18 de julio de 1866 la lucha adquirió su máximo vigor, alcanzando la mortandad de los contendores niveles insospechados. Fue una gran victoria del ejército paraguayo, que dejó 5.000 osamentas enemigas. Allí murieron el coronel español al servicio del ejército uruguayo León de Pallejas y otros oficiales de suprema graduación.
4. La “guerra sucia” sacude al continente (parte IV)
Conocidos los entretelones de la “alianza secreta” entre las tres facciones vandálicas para arremeter contra el Paraguay, el mundo se estremece por semejante elucubración, más bien parecida a los tiempos paleolíticos o bárbaros. Toda América, en forma unánime –desde la distancia–, abrazó la causa paraguaya.
Entrevista en Jataity Kora concretada el 22-IX-1866, recreada por Calo, nuestro creador. Bartolomé Mitre y Francisco Solano López intercambian ideas por la paz que finalmente no prosperaron.
La sórdida postura de los forajidos de turno que empuñaron las armas tenía una sola razón: apropiarse de los ricos y extensos territorios paraguayos, anexarlos a sus geografías, para luego “legalizar” sus posesiones con espurios tratados firmados con los personeros de la antipatria paraguaya, mercaderes y legionarios serviles, que hicieron (y siguen haciendo) añicos de la soberanía y autonomía nacional, para convertirla en una nación diminuta, con estricto beneficio para los banales, corruptos y traidores.
Y el “tratado secreto” recorría el mundo. Cuando llegó a Europa, los pueblos se escandalizaron, a pesar de que algunas autoridades oficiales, industriales, comerciantes y organizaciones bursátiles hacían la “vista gorda” por los subidos intereses que depositaban tanto en el Brasil como en la Argentina. De no haber tenido la “ayuda externa” que obtuvieron estos “aliados” para originar, desarrollar y sobrellevar la contienda, otro hubiera sido el resultado final. No debemos olvidar que el Paraguay afrontó la lucha con total restricción, sin ningún tipo de colaboración y totalmente bloqueado, sin entrada ni salida, con los armamentos encargados en Europa cedidos arteramente a los enemigos por los intermediarios de las mafias internacionales que dominaban las fábricas bélicas. Es precisamente por este factor que los países limítrofes nunca permitieron que el cerco o aislamiento al Paraguay sea liberado. Poseídos por el “efecto pavor” hacia la “civilización guaraní”, omiten con artilugios sus históricos y legítimos derechos por recuperar sus territorios y costas marítimas que desde la colonia les pertenecen, porque las condiciones de mediterraneidad facilitan el bloqueo económico, social, político y bélico, posibilitando el control geopolítico-militar de una comunidad diferente que habita la región y, en consecuencia, no se consienten su desarrollo y consolidación como República Guaranítica, libre y legendaria. La indebida apropiación de nuestros genuinos territorios por los buitres del Brasil y la Argentina mediante los sabidos artificios con el propósito de disfrazar y concebir los “visos de legalidad” a los tratados artificiales o inventados, es una profunda herida que todavía sangra en el pueblo paraguayo y que aún no ha sido cicatrizada.

PROTESTA COLECTIVA EN LA REGIÓN

a) La Argentina: a principio del año 1866 el Foreing Office, que había obtenido una copia en Montevideo, da a conocer en Londres y al mundo los términos del Tratado Secreto de la Triple Alianza. El público conocimiento de las estipulaciones generó una reacción general y volcó la opinión mundial a favor de Paraguay. El doctor argentino Juan Bautista Alberdi salió en defensa de la patria guaraní, el mismo Domingo Faustino Sarmiento cambiaría de opinión, el poeta argentino Carlos Guido Spano y otros connotados escritores publicaron libros condenando la alianza. Voces autorizadas se lanzaron en todas partes en defensa del Paraguay. La prensa mundial condenaba la “guerra de reparto”; entre ella el diario “La América” de Buenos Aires sostenía que: el tratado proclama el saqueo. El gobierno argentino se sentía impotente para sancionar a los distintos periódicos que hacían ardorosa apología del país con el cual oficialmente se estaba en guerra.
b) El Pacífico: los países del Pacífico, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, presentaron una protesta colectiva contra la “usurpación programada”. Toribio Pacheco, ministro de RR.EE. del Perú, declaró: el tratado de la triple alianza contiene disposiciones que afectan al derecho público americano y no pueden ser aceptadas por los pueblos del continente. Por semejante tratado la guerra no se limita a reclamar un derecho, a vengar una injuria, a reparar un daño, sino que se extiende hasta desconocer la soberanía e independencia de una nación americana, a establecer sobre esta un protectorado, a disponer de su suerte futura, el Perú y sus aliados no pueden guardar silencio y el más sagrado e imperioso de los deberes les compele a protestar del modo más solemne contra la guerra que se hace con semejantes tendencias y contra cualesquiera actos que, por consecuencia de aquellos, menoscaben la soberanía, independencia e integridad de la República Paraguaya.
c) Oferta Boliviana: el presidente de Bolivia, general Mariano Melgarejo, no se limitó a protestar diplomáticamente. De consuno con el caudillo argentino general Juan Saa, resolvió enviar una carta a López cuyo contenido declaraba: Acredito ante V.E., como mi enviado particular y del General Saa al ciudadano argentino Juan Padilla. El mismo señor Padilla explicará a V.E. mi adhesión a la justa causa que sostiene la República del Paraguay contra tres naciones aliadas que no enarbolan otra bandera sino de la conquista y exterminio. Pero esa acción innoble jamás consentirá las demás naciones americanas. Puedo asegurar a V.E. que en caso de no llevarse a efecto la protesta hecha a la faz del mundo por las referidas naciones, yo con mi ejército iré en ayuda. Esperando noticias estoy para acudir presuroso para combatir al lado de V.E. las fatigas del soldado. Tengo pronta una columna de 12.000 bolivianos, que unidos a los heroicos paraguayos, harán proezas de valor. Don Padilla llegó después de larga odisea, pero cuando López se disponía a aceptar la oferta de Melgarejo, este fue depuesto del cargo y asesinado por una revolución triunfante, atizada por los aliancistas.

EL PARLAMENTO EN JATAITY KORA

Las sendas victorias logradas en Jataity Kora y Potrero Sauce levantaron el ánimo del ejército paraguayo, no así a los aliados, que consideraron el escarmiento como algo muy serio y delicado. Sin embargo, el 3 de septiembre de 1866 un ejército, comandado por el general brasileño Manoel Márquez de Souza, “Porto Alegre”, atacó y tomó la posición de Kurusu al mando del coronel Manuel Antonio Giménez, “Kala’a”, quien ordenó el repliegue, generando una directa amenaza a Kurupa’yty y Humaita. Los aliados, en vez de seguir adelante, se demoraron, lo que fue aprovechado por López para fortificar sin pérdida de tiempo las posiciones de Kurupa’yty ante la amenaza aliada. El máximo jefe paraguayo tenía dos caminos, por una parte: intentar la paz honrosa mediante el cese del fuego, y por la otra: ganar tiempo para prepararse mejor y continuar la lucha hasta el final. A esa altura Francisco Solano tuvo una idea feliz: propuso por escrito a Bartolomé Mitre y demás jefes aliados una conferencia, mientras tanto con ahínco y sin pausas se buscarían concluir las fortificaciones iniciadas en Kurupa’yty.
La entrevista se llevó a cabo entre las dos líneas de Jataity Kora el 12 de septiembre de 1866 en el mismo lugar donde dos meses atrás hubiera una fiera batalla. La conversación se inició a las 9 a.m. y concluyó a las 2 p.m., durando nada más y nada menos que 5 horas de parlamento. Traemos a colación algunos detalles del encuentro descriptos por el ingeniero inglés coronel George Thompson en sus Memorias “La Guerra del Paraguay”, el primer libro escrito sobre la epopeya: Al acercarse a la cita, las escoltas hicieron alto y los dos Presidentes se adelantaron solos. Después de los saludos de rigor y algunos vagos intercambios de palabras, Mitre mandó llamar al General Polidoro Jordán y a Venancio Flores para que asistieran a la entrevista. El brasileño respondió: “desde que el General en Jefe estaba presente, su asistencia era innecesaria”. El oriental vino y fue presentado a López, este sin titubeos lo inculpó de ser el causante de la guerra por haber solicitado y obtenido la intervención brasileña en la Banda Oriental. Flores contestó: “nadie era más celoso que él por la independencia de su patria”, retirándose al momento, quedaron solos López y Mitre. El Mariscal hizo traer sillas, una mesa, tinta y papel. Unas veces permanecían sentados y otras se paseaban. Se estableció un protocolo cuyo detalle decía: “que López había invitado a Mitre a tomar en consideración si la sangre derramada ya no era bastante para lavar sus mutuos agravios”, y que Mitre se había limitado a contestar: “que pondría el asunto en conocimiento a los gobiernos aliados, que eran los únicos competentes para resolver la cuestión”. Durante la entrevista, López preconizaba sus sentimientos pacíficos, Mitre le contestaba que él “no podría tomar determinaciones que no estuvieran de completo acuerdo con el tratado de la alianza” y pregunta a López: “usted cree que bajo estas bases podría terminar la guerra”, contestándole el Mariscal: “jamás podría aceptar las condiciones de ese tratado para firmar la paz y si estas son las únicas estipulaciones las resistiré hasta el último extremo”. Brindaron con agua y cognac, cambiaron sus respectivos látigos en recuerdo de la entrevista y Mitre dijo finalmente a López “que las operaciones de la guerra serían llevadas adelante con el mayor vigor”. Después de esto se separaron.
En aquella hora incierta de su gigantesca lucha por una causa loable y justa, cual era la de salvaguardar la soberanía y la integridad de la República del Paraguay, el parlamento de Jataity Kora señala un alto en el espíritu orgulloso del Mariscal y le da una exacta comprensión de su precaria posibilidad bélica de vencer, debido a la firme decisión de los coaligados en destruir al pueblo paraguayo para repartirse rapazmente su territorio y sus riquezas. (Mañana: La batalla que hizo zozobrar la Triple Alianza.
5. La batalla que hizo zozobrar a la Triple Alianza (parte V)
Como en las Termópilas de Grecia o en Massada de Israel o en Waterloo de Bélgica, en Kurupa’yty del Paraguay era la gran cita guerrera sudamericana. Por antonomasia, el 22 de septiembre es un día de imperecedera memoria para el Paraguay y la América toda. Quedaron tendidos miles de cadáveres en el campo cuando los clarines guaraníes anunciaron la colosal victoria después de cinco horas de encarnizada lucha. Se cumplen exactamente 142 años de la victoria militar más espectacular que el Ejército paraguayo conquistara en toda su historia.
Panorámica descripción de lo vivido por los combatientes de Kurupa’yty. El pintor argentino y lisiado de esta batalla Cándido López nos muestra en su colosal obra el sistema elaborado de trincheras superpuestas, infranqueables para el enemigo. El “Criollo”, uno de los cañones de 12 toneladas producido por el arsenal paraguayo, en plena “erupción” causando estragos a la infantería y caballería aliada. El mismo se encuentra como “trofeo” en el Museo de Luján, Argentina.
Anónimos hijos de este suelo con toneladas de almas circundando en el espacio, escribieron con sangre sus páginas de gloria en celestiales poemas. Familias enteras desaparecidas y una cultura aplastada en esa fatídica “guerra sucia” creada por tres países que firmaron una “alianza secreta” para repartirse sus territorios entre dos y de esa manera extinguirlo del atlas mundial.
En aquella terrible conflagración de mortalidad librada contra la República Guarani se materializaba el sitio, despojo y sometimiento de una nación aniquilada por los infames y eternos arbitrios de los vencedores. La necedad aliancista convirtió en partículas la cultura primigenia, magnífica y soberana que florecía y aromatizaba la región. Sin estar las heridas cicatrizadas, se “inventó” un mercado común de fachada (Mercosur), solo para seguir sojuzgando a los pequeños e indefensos países, práctica aplicada al Paraguay a través de toda su historia colonial e independiente, de ahí su lucha heroica. En la actualidad, sigue soportando bárbaros atropellos, discriminaciones, vejámenes y expoliaciones de diferentes estilos, adosados de un “ropaje legal” con miras a evitarse que este país peculiar vuelva a ser lo que fue: místico, civilizado, precursor, idealista y de vanguardia a toda prueba.

SE INICIA LA BRILLANTE VICTORIA PARAGUAYA

Después de la conferencia en Jataity Kora, López sabía que la paz era imposible, solo restaba pelear hasta el último suspiro. Los aliados se prepararon para atacar Kurupa’yty. El ataque debía iniciarse el 17, pero ese día y los tres subsiguientes llovieron torrencialmente, por lo que el almirante brasileño Joaquim Márquez Lisboa “Tamandare” solicitó que se postergue lo que resultó providencial para el ejército paraguayo, pues en la tarde del 20, tras ciclópea tarea cumplida -día y noche-, quedaron terminadas la trinchera y las fortificaciones en las barrancas proyectadas por el ingeniero húngaro coronel Frank Wisner de Morgenstern bajo la dirección del propio Díaz. A mediodía del 21 el general Díaz informa a López que las trincheras están listas para recibir al enemigo. Si todo el ejército me trae el ataque, todo el ejército quedará sepultado al pie de la trinchera. En un estrecho campo de 2 km entre el río y los esteros, 5.000 paraguayos con 49 piezas de artillería esperaron la embestida. La fuerza defensiva de Kurupa’yty estaba constituida por las tres armas en perfecta concatenación: 7 batallones de infantería bajo el mando del teniente coronel Antonio Luis González; 3 regimientos de caballería en la retaguardia al mando del más antiguo de los capitanes, Bernardino Caballero, esperando órdenes y 3 baterías de artillería al mando de los capitanes Pedro Gill, Adolfo Saguier y Pedro Hermosa, todos ellos bajo el mando del comandante general José Eduvigis Díaz. El ejército aliado estaba compuesto por 11.000 brasileños al mando del general Manoel Márquez de Souza “Porto Alegre”; y 9.000 argentinos dirigidos por el general Bartolomé Mitre, con apoyo de una importante artillería.
Gral. José Eduvigis Díaz, comandante victorioso de esta batalla.
… Y al 22 llegó el ansiado día. El cielo retumbaba a cañonazos. Desde el río el bombardeo combinado de 5 acorazados imperiales y 17 cruceros, sumándose la artillería de tierra con el propósito de demoler la fortificación. Se inició a las 7.30 a.m. y siguió toda la mañana sin causar el menor daño. Cerca del mediodía desde el navío “Beberibe” se hizo la señal convenida con el ejército de tierra para la iniciación del ataque. Dos acorazados remontaron el río pasando Kurupa’yty para bombardear desde la retaguardia la posición paraguaya. Mitre para el ataque dividió las fuerzas aliadas en cuatro columnas: 1ª y 2ª brasileñas y 3ª y 4ª argentinas. Al grito paraguayo de ¡Oúma Kamba!, los aliados advertían que el ataque se dirigía por el centro con dos columnas interiores y con las otras dos columnas por los extremos que marcharon para forzar los flancos de la línea paraguaya cuya derecha se apoyaba en el río Paraguay y la izquierda en la laguna Méndez.

ESTENTÓREA ERUPCIÓN DEL FUEGO PARAGUAYO

La artillería guarani escupió fuego abriendo huecos enormes en las masas asaltantes. Los soldados caían, se levantaban, avanzaban de nuevo, ya menos numerosos. Los paraguayos los esperaban con los fusiles en las manos. Los fuegos se desencadenaban, los cañones hacían picadillo de los cuerpos aliados. Los que estaban en pie seguían avanzando. Alcanzaban a la primera trinchera, de 4 metros de ancho y 3 de profundidad, medio llena con agua barrosa por las grandes lluvias acaecidas. Las escaleras de bambú (takuara) para el asalto, demasiados cortas, caían al fondo; los heridos se ahogaban. Los más rabiosos querían pasar a toda costa saltando por encima de los heridos, pisoteaban los cadáveres. Uno de cada veinte salía de esa tumba como autómata aullando y caía muerto a quemarropa o decapitado a machetazos. Había un infierno de alaridos de los que agonizaban en la explosión de las bombas y los cohetes. Un horrible espectáculo de los muertos y moribundos enredados; la gran trinchera estaba colmada de cuerpos, algunos se movían aún en esa cloaca de barro y sangre. Los desesperados gritos de los heridos acallaban los últimos tiros de los paraguayos. Era la guerra, el invento más horroroso del hombre.
La ofensiva se prolongaba hasta las 4 p.m. Las sucesivas marejadas de tropas aliadas lanzadas al ataque fueron destrozadas. El número de bajas del trío invasor llegó a 9.000 entre muertos y heridos. El enemigo yacía en el campo de batalla convertido en su tumba. Sin embargo, las bajas paraguayas fueron apenas de 22 muertos y 70 heridos. Allí murieron el ingeniero polaco coronel Luis Leopoldo Myskowsky alcanzado por un proyectil de cañón rayado Whitworth y el mayor Albertano Zayas volando por los aires en pedazos. Ambos fueron degradados por López yendo a pelear como soldados rasos. El primero, porque su ayudante de confianza Jaime Corvalán se convirtió en mimetizado espía a favor de los aliados causando graves daños al ejército guarani y el segundo, por ser el jefe del Batallón 10 que defeccionó en Kurusu. Terminada la batalla, toda la tropa con sus jefes celebraron la gran victoria. Con bandas y turututus se embriagaron con bulliciosas galopas entonando “Mamá che mosé”, “Cielito chopi”, “Himno nacional”, “La marsellesa”, “La caledonia” y otras piezas populares que enardecían el espíritu triunfador de la tropa. Francisco Solano se limitó en señalar a sus dirigidos: la paz que propuse sin temor, fue rechazada con desdén por los enemigos de la vida. Nuestra contestación la habéis dado con la victoria de Kurupa’yty, el Waterloo de los aliados. ¡Salud por la vida del general Díaz!

LAS CONSECUENCIAS DE KURUPA’YTY

Ing. austro-húngaro Franz Wisner de Morgenstern, diseñista de la trinchera.
La estrepitosa derrota tuvo enorme trascendencia. Militarmente paralizó al ejército de la alianza que demoró un año entero en recobrar el ánimo y el espíritu combativo como para reiniciar el belicismo. Cuatro días después (26), el general Venancio Flores regresaba a Montevideo con los 250 sobrevivientes de su cuerpo expedicionario. Un año y medio más tarde, el 19 de febrero de 1868 caía asesinado en una emboscada por las calles orientales, ajusticiado por sus rivales políticos que al grito de ¡Viva el Paraguay! ¡Muerte al Traidor! asestaron 8 puñaladas al apóstata.
El fracaso de los aliancistas provocó un hondo clamor pacifista en la Argentina y políticamente generó la explosión de una guerra civil. Se alzaron en armas las provincias de Cuyo, Mendoza y el norte argentino, haciendo tambalear al gobierno federal. Con prisa, Mitre abandonó el campo de operaciones dejando provisoriamente al general Luiz Alves de Lima y Silva “Caxías” la dirección del ejército, para regresar con urgencia a Buenos Aires al mando de una división de 4.000 hombres con el propósito de aplacar a los rebeldes. Del mismo modo, envió al general Wenceslao Paunero para acallar a todos los revoltosos. El ejército brasileño celebró su partida por lo que se abrió una insondable disidencia entre los dos aliados. Las incriminaciones mutuas agrietaron la solidaridad de los “asociados” en la triple alianza.
Del mismo modo, la derrota de Kurupa’yty trajo aparejada una dura crítica de la prensa escrita de Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo a los jerarcas de la alianza como Mitre, Porto Alegre, Tamandaré (quien fue sustituido por el vicealmirante Joaquim José Inacio), Polidoro y otros. El órgano oficial porteño “La Nación Argentina” atacó con rudeza a la escuadra imperial por su escasa acción y eficacia en los ríos. Explicaba: el rechazo del ejército aliado, hace más ceñida la necesidad de que la escuadra haga algo para facilitar las operaciones, un atisbo para la destrucción de Curupayty, ya que no quiere tener la gloria de reducir a silencio los cañones de Humaitá. ¡Tanto poder inactivo, tantos acorazados ociosos, tantos y tan grandes cañones silenciosos, tantos bravos marineros ansiosos de batirse y condenados a la inacción, cuando la alianza necesita con más urgencia que nunca del concurso activo de todos estos elementos! ¿Será posible que continúe esta situación? ¿Consentirá el Brasil en que la guerra se prolongue más de lo necesario y que se retarde el triunfo de la alianza, por inacción de la escuadra?

BIBLOGRAFÍA:

Artículos publicados en abc color, los días 20 al 25 de setiembre 2006 bajo la autoría de ALBERTO CANDIA, alcandia@abc.com.py

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